Nunca me había sentido tan impaciente como cuando mi hijo Fernando de
dos años y medio, me dijo un día al llegar a nuestra casa con sus ojos
brillantes:

Mamá – yo te ayudo a abrir la puerta- préstame las llaves!

Con cuatro bolsas del supermercado, el teléfono sonando y con la
imperiosa necesidad de entrar a la casa, estuve a punto de hacerlo yo
misma; pero por un momento pensé: quien soy yo para negarle la
oportunidad de ayudarme por primera vez a abrir la puerta de nuestra
casa?

Mi mente me dio la respuesta en segundos: Nadie!

Me senté en el suelo,deje las bolsas en el piso y lo observe paciente,
luego de haberlo logrado, me dijo casi gritando:

Ya mamá- podemos entrar- con una sonrisa de satisfacción!

Y es que abrir la puerta, para ellos; no significa sólo abrir una
cerradura.Es la capacidad desde su perspectiva de infante de hacer
algo maravilloso en pro de ayudar a mamá o a papá, es esa oportunidad
que le permitamos hacerlo y observarlos, con ojos amorosos mientras
intentan esto o aquello, créanme; estos pequeños intentos (para
nosotros) grandes intentos (para ellos) constituirán en su recuerdo
infantil, un logro significativo que se perpetuara positivamente a
favor de su crecimiento.

Violeta Alcocer, Psicóloga, licenciada por la Universidad Complutense
de Madrid en el año 1999.
Master en el IEEPP (Instituto Europeo de Estudios de Psicoterapia
Psicoanalítica),  en psicoterapia psicoanalítica, dinámica familiar y
de grupo y psicodiagnóstico infantil, a quien suelo leer desde hace un
buen tiempo refiere en uno de sus escritos: «una cosa es amar a
nuestros hijos y otra muy distinta es conseguir comportarnos con ellos
de forma amorosa. Lo segundo tiene mucho más valor que lo primero(…)

Es cierto, todos amamos a nuestros hijos, el examen más fuerte es
tratarlos amorosamente cuando ejercen su papel de niños. Desde mi
experiencia como madre, creo firmemente que me equivoco cuando observo
a mi hijo y a veces lo trato como un adulto; simple: sí hubiera
tratado a mi hijo como adulto en ese instante, quizás le hubiera
pedido que me diera las llaves para abrir la puerta por mis propios
medios, robándole la oportunidad de descubrir que sí podía hacerlo y
el seguramente se hubiera sentido molesto o decepcionado y el llanto
hubiera terminado el episodio, queremos ese colorín colorado en las
historias de nuestros pequeños ?

No, evidentemente! Que podemos hacer entonces ?

Desde mi punto de vista en términos sencillos:en cada experiencia ponernos en sus zapatitos!
que quieren los niños? Descubrir, explorar, intentar, apoyar desde sus
capacidades a papa y a mama, porque intuyen todo a su alrededor y
desean integrarse a esa dinámica familiar a la cual pertenecen.

Algunas reflexiones para ponernos en sus zapatitos:

1.- Practicar la empatía es reconocer la necesidad del otro, desde el
punto de vista del infante: que desea, que quiere, por que y cómo
ayudarlo, permitirle que se equivoque, que riegue las plantas así
inunde toda la casa, luego decirle amorosamente: se mojó un poco la
casa, vamos a limpiar entre ambos!

2.- Los niños son niños, quizás un día ( sigo con mi ejemplo de la
puerta ) quieran abrir una cerradura, otro día no, la paciencia en
cada travesía de esta aventura mutua te permitirá hasta reír de las
diversas ocurrencias de tus hijos!

3.- Respirar, recordar y controlar: respira cuando estés muy cansado,
recuerda que el infante solo quiere que su punto de vista o actitud
sea tomada en cuenta y controla: todas nuestras acciones y nuestras
formas de reaccionar ante esas situaciones deben ser ejecutadas en
forma amorosa.

4.-Practiquemos el ejercicio del niño árbol: si asemejamos a nuestros
hijos con unos árboles, cada árbol primero fue una semilla, luego con
cuidados y riego nació un pequeño brote, con cada palabra de aliento,
cada sonrisa compartida y cada proceso evolutivo respetado finalmente
se convierte en un hermoso árbol, con un tronco fuerte y hojas
frondosas debido al apego y cariño en sus etapas iniciales.

Si les digo cuanto tiempo me quede sentada esperando que abriera la
puerta, no me lo creerían; muchas más cerraduras y puertas tendremos
que abrir en este camino y nos esperan sonrisas de satisfacción y
abrazos de nuestros pequeños!